Cuando era chibolo me daba flojera leer (digo chibolo porque tampoco quiero hacer roche), abría un libro y con las tres primeras palabras ya quería dormir… supongo que por eso esperaba tanto los dibujos, esos que resumían las historias y, si no, me dejaban inventar las mías.
De todas formas siempre fui muy respetuoso de las reglas, adelantarme las páginas era como cometer una falta (típico de la tentación de leer la última página antes de empezar el libro), y aunque me doliera y no entendiera la mitad de lo que pasaba, leía cada página esperando con ansias dónde encontraría el dibujo.
Créanme, leí páginas horribles, que solo por el recuerdo del primer dibujo me obligaban a seguir ahí, leyendo, esperando…
Por eso reconozco esta sensación increíble de pasar la página con dolor, creyendo que encontrarás una con letras más pequeñas y aún más por leer, y de la nada, toparte con el dibujo… ese dibujo bonito... que te deja sentir el olor a durazno (o el que más te guste) y te da ganas de estar ahí mirándolo por un buen tiempo, disfrutando una pequeña victoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario