La semana pasada tuve una entrevista de trabajo en un parque de diversiones, Una psicóloga regordeta me preguntó con qué personaje conocido me identificada y yo sin pensarlo dije: "Jaime Bayly"
No soy periodísta, ni escritor y, por lo pronto, tampoco bisexual. No me interesa ser presidente y mucho menos ser menospreciado cómo este señor al que le cae palo por doquier, cuando probablemente sea una de las personas más inteligentes en la televisión peruana en este momento.
Es grosero, posero, inapropiado y a veces demasiado marica (si es que lo anterior no es una lista de sinónimos). Aún así es muy intuitivo, hábil, exitoso y en ocasiones hasta genial.
Tiene razón en casi todo lo que dice en su candidatura, pero sus propuestas son irreales. Efectivamente los niños pobres necesitan mejor educación, pero ¿cómo pretendes legalizar la coca?
Un gordo aún más grosero, vulgar, inapropiado, totalmente marica y repleto de envidia, el otro día decía que Bayly no podía ser presidente porque decía no amar al Perú y que prefería que su hijo no naciera en esta tierra de pirañas, combis y tetas asustadas. Mientras lo escuchaba me percaté de que yo tampoco amo al Perú, y que probablemente el 80% de los peruanos se irían corriendo del país si se les presentara la oportunidad. Y ahí está la solución, el próximo presidente de este país de incas, no puede amar ésta tierra, porque eso significaría vivir cegado ante los infinitos defectos que la transforman en un nido de ratas.
Bayly dice la verdad, Bayly está loco, Bayly no puede ser presidente.
A veces dice huevadas y a veces no me cae bien, creo que por eso es que me identifico con él.
Gonzalo Miñano
