Bienvenidos y gracias por leer
El otro día me puse a pensar en esas cosas que me vienen de la nada y de pronto me entró la duda de cómo se sintió Evo Morales después de decir que comer pollo podía volverte homosexual por las hormonas y, darse cuenta que todo el mundo se le fue encima, todo lo resumí en: “de hecho se sintió huevonazo”.
Pero a ver ¿quién no se ha sentido huevón alguna vez? La peor parte de todo es que hay mil formas de sentirse huevón. Claro, Evo se pasó de huevón, pero a veces uno no tiene que hacer mayor esfuerzo para verse atrapado por este sentimiento (uno que, a pesar de su tono chonguero, puede llegar a ser terriblemente doloroso).
¿Quién no ha dicho algo que no debió y cual chavo del 8 justo todos se callaron para escucharlo?
¿Quién no se arrastró y luego no le dieron bola?
¿Quién no subió al escenario a bailar frente a todos porque lo obligaron?
¿A quién no lo han metido al centro del círculo a bailar y se acabó la canción? (y si no se acabó la canción hizo un paso huevón de 2 segundos y se quitó con su cara de #foreveralone)
¿Quién no gritó la respuesta segurísimo frente a toda la clase y no era?
¿A quién no se le ha salido una babita o moco de resfrío mientras hablaba cara a cara con la persona que le gusta?
¿Quién no ha caminado todo cool y serio por ahí para terminar en el suelo porque pisó mal?
¿A Quién no le han dicho “mi vieja está muerta” después de meterse con la mamá de alguien? (fácil esta no es tan común)
Sí, nos vamos a seguir sintiendo huevones muchas veces más, pero qué importa, todo va a estar bien. Lo que no mata, te hace sentir huevón… y mañana el huevón será otro.
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